Turismo regenerativo y reconstrucción de paisajes
Durante las últimas décadas, los paisajes rurales latinoamericanos han experimentado profundas transformaciones derivadas de modelos extractivos intensivos —mineros, petroleros, forestales y agroindustriales— que han dejado tras de sí territorios ambientalmente degradados y socialmente fragmentados. La huella ecológica de la minería metálica en el norte de Chile, la deforestación por hidrocarburos en la Amazonía peruana o la expansión del monocultivo en Colombia y México constituyen ejemplos paradigmáticos de un patrón de desarrollo que, pese a generar crecimiento económico temporal, ha erosionado los fundamentos ecológicos y culturales de las comunidades locales. Estos espacios, marcados por la pérdida de biodiversidad, la contaminación de suelos y aguas, y la ruptura de tejidos sociales, se configuran hoy como territorios postextractivos, donde la búsqueda de alternativas regenerativas se vuelve no solo deseable, sino urgente.
En este contexto, el turismo regenerativo emerge como un paradigma innovador que trasciende las concepciones convencionales de sostenibilidad. Mientras la sostenibilidad aspira a reducir impactos negativos y mantener la capacidad de carga de los ecosistemas, la regeneración propone restaurar, revitalizar y coevolucionar con los sistemas naturales y sociales que sustentan la vida (Hutchins & Storm, 2019; Mang & Reed, 2020). Este enfoque reconoce que los paisajes degradados no solo pueden repararse ecológicamente, sino también reconstituirse como espacios de memoria, identidad y cohesión comunitaria, donde el turismo actúe como vector de transformación territorial.
La pregunta que orienta este estudio —¿Cómo puede el turismo regenerativo contribuir a la reconstrucción de paisajes degradados y a la cohesión social en comunidades rurales postextractivas de América Latina?— se inscribe en el debate contemporáneo sobre justicia territorial, restauración ecológica y regeneración comunitaria. Desde una perspectiva interdisciplinaria, el artículo integra los aportes de la ecología del paisaje, la teoría del decrecimiento, la justicia ambiental y las prácticas de resiliencia socioecológica. Estas aproximaciones ofrecen un marco conceptual robusto para repensar la relación entre turismo, paisaje y bienestar colectivo, especialmente en regiones históricamente marginadas por el modelo extractivo.
Resultados: Síntesis crítica de hallazgos
La revisión evidencia que el turismo regenerativo se consolida como una práctica emergente en América Latina, aunque aún dispersa y conceptualmente difusa. Las principales líneas de investigación se concentran en tres ámbitos:

Regenerar paisajes y restaurar vínculos: hacia una ecología del cuidado en territorios postextractivos
Los estudios revisados evidencian una creciente convergencia entre la regeneración paisajística y la reconstrucción sociocultural en territorios rurales latinoamericanos afectados por dinámicas extractivas. Experiencias en regiones mineras de Chile (Atacama y Coquimbo), en enclaves auríferos del Perú y en zonas carboníferas del sur de Colombia muestran que el turismo regenerativo se está consolidando como un instrumento de restauración socioecológica que combina prácticas ambientales, culturales y educativas (Gómez-Baggethun et al., 2021; Márquez & Barrera, 2022).
A diferencia de los enfoques tradicionales de "recuperación ambiental", los proyectos regenerativos parten de una visión holística del paisaje como sistema vivo, donde la reparación ecológica y la reconstrucción de la memoria comunitaria se integran en una lógica de reciprocidad. La regeneración no se limita a mitigar impactos, sino que busca reconstruir relaciones entre humanos y ecosistemas, reforzando el sentido de pertenencia y la identidad territorial (Cano & López, 2023).
Casos como la reconversión de la exmina de cobre de Sewell (Chile) en destino de turismo patrimonial y educativo, o la regeneración agroecológica del valle de Cajamarca (Perú) a partir de prácticas de agroturismo comunitario, ilustran cómo la ecología del cuidado se convierte en una narrativa regenerativa que resignifica el paisaje degradado como espacio de aprendizaje y reconciliación ambiental (Pérez & Rojas, 2021). No obstante, los estudios coinciden en señalar que estas experiencias siguen siendo incipientes y dependen en gran medida del compromiso ético y la autonomía de las comunidades locales más que de políticas públicas estructuradas.
Gobernanza inclusiva y capital social: la dimensión comunitaria del turismo regenerativo
La literatura reciente identifica la gobernanza inclusiva como condición esencial para que el turismo regenerativo trascienda la retórica de la sostenibilidad. Los hallazgos muestran que los procesos participativos —basados en la co-creación, la propiedad compartida y la toma de decisiones horizontales— fortalecen el capital social y la cohesión comunitaria (Hernández & Vargas, 2020; Bravo & Salazar, 2024).En territorios postextractivos, la fragmentación social y el debilitamiento institucional suelen obstaculizar la regeneración.
Sin embargo, los proyectos exitosos analizados en México (Sierra Norte de Oaxaca), Colombia (La Guajira) y Ecuador (Napo) revelan que la articulación entre actores locales, municipios y redes de turismo solidario permite reconstruir la confianza y recuperar la capacidad de acción colectiva. Este tipo de gobernanza distribuida fomenta la innovación social y genera beneficios que van más allá del turismo: refuerza la autoestima territorial, reduce la dependencia económica y estimula la resiliencia frente al cambio climático (Delgado et al., 2023).
Aun así, persisten tensiones entre los discursos regenerativos y las prácticas institucionales, especialmente cuando la política turística nacional privilegia modelos extractivos de corto plazo. La literatura advierte el riesgo de que el turismo regenerativo sea instrumentalizado como etiqueta verde, sin transformar las estructuras de poder ni redistribuir efectivamente los beneficios. Por ello, la sostenibilidad regenerativa exige no solo un enfoque técnico, sino un cambio en la cultura política, donde la gobernanza se entienda como un proceso de aprendizaje colectivo y no como un mero mecanismo administrativo.
Innovación, límites y tensiones: aprendizajes emergentes de experiencias regenerativas en América Latina
Los casos analizados revelan un panorama de diversificación de modelos regenerativos, desde cooperativas agroecoturísticas hasta rutas bioculturales gestionadas por comunidades indígenas. Esta diversidad es señal de una innovación territorial ascendente, que reinterpreta el turismo como herramienta de restauración ecosistémica, educación ambiental y justicia social (Muñoz & Fernández, 2021).Sin embargo, la revisión identifica también limitaciones estructurales: carencia de indicadores de impacto regenerativo, escasa articulación entre escalas de gobernanza, y falta de capacitación técnica para medir la salud ecosistémica y social de los territorios.
La mayoría de los estudios analizados carecen de métricas estandarizadas para evaluar los resultados de la regeneración, lo que dificulta comparar experiencias y legitimar políticas públicas (Martínez et al., 2022).En términos discursivos, emergen tensiones entre las visiones ecocéntricas —que priorizan la restauración de los sistemas naturales— y las visiones antropocéntricas —centradas en el bienestar humano y la revitalización económica—.
En muchos proyectos, ambos enfoques coexisten de forma ambigua, generando contradicciones entre la regeneración ecológica y la presión turística. A pesar de ello, los hallazgos subrayan el potencial del turismo regenerativo para actuar como laboratorio socioecológico donde se experimentan nuevas formas de relación con el territorio. La clave reside en fortalecer la capacidad de aprendizaje colectivo, la gestión adaptativa y la integración del conocimiento local en el diseño de estrategias regenerativas.
Hacia una lectura socioecológica del paisaje regenerativo
Los hallazgos expuestos evidencian que el turismo regenerativo está emergiendo en América Latina como una estrategia socioecológica de reparación territorial. A diferencia de la sostenibilidad convencional, que suele operar bajo una lógica compensatoria o de mitigación de impactos, el paradigma regenerativo asume una visión procesual, holística y evolutiva del paisaje, concebido como una red de interdependencias donde los componentes ecológicos, culturales y emocionales son inseparables (Benson & Craig, 2022).

Figura. Modelo integrador de turismo regenerativo: ciclo de retroalimentación entre ecología del paisaje, cohesión social y gobernanza, orientado a la sostenibilidad y justicia territorial
Desde la ecología del paisaje, esta perspectiva se alinea con los postulados de Forman (1995) y Naveh (2000), que conciben el territorio como un mosaico dinámico de ecosistemas y sistemas humanos interrelacionados. En contextos postextractivos, esta lectura permite reinterpretar los pasivos ambientales como potenciales núcleos de regeneración, donde la restauración ecológica se vincula con la reconfiguración identitaria y productiva. Casos como la reconversión turística de antiguos enclaves mineros en el norte de Chile o la revitalización de paisajes agroforestales en el altiplano andino demuestran que la regeneración del paisaje no es un proceso exclusivamente ambiental, sino cultural y político, sustentado en la memoria colectiva y en el sentido de pertenencia.
El turismo regenerativo, en este marco, actúa como mediador entre la reparación ecológica y la reconciliación social, al promover prácticas de cuidado, aprendizaje y cooperación que fortalecen el tejido comunitario. Se trata de un enfoque que, más que producir bienes o servicios, busca reparar relaciones —entre personas, entre comunidades, y entre estas y su entorno natural—, conformando lo que algunos autores denominan una ecología del cuidado (Puig de la Bellacasa, 2017).
De la sostenibilidad al decrecimiento: repensar el desarrollo desde la regeneración
Uno de los debates más fecundos que emergen de la revisión es la relación entre turismo regenerativo y teoría del decrecimiento. Esta última cuestiona el paradigma del crecimiento económico ilimitado y plantea la necesidad de transitar hacia modelos de bienestar basados en suficiencia, equidad y relocalización productiva (Kallis et al., 2020). En los territorios postextractivos, donde la dependencia de las economías extractivas ha generado desigualdad, degradación y pérdida de autonomía, el turismo regenerativo se perfila como una alternativa posdesarrollista, que revaloriza los recursos endógenos, los saberes locales y la autogestión.
Sin embargo, los resultados muestran que esta transición enfrenta tensiones estructurales: los marcos normativos y de inversión pública siguen orientados al crecimiento turístico convencional, lo que limita la consolidación de prácticas regenerativas auténticas. En muchos casos, las políticas estatales promueven iniciativas de "turismo sostenible" que mantienen lógicas extractivas bajo una retórica verde. Frente a ello, el turismo regenerativo se propone como un laboratorio de decrecimiento aplicado, donde la prosperidad no se mide en número de visitantes, sino en capacidad de restaurar ecosistemas, fortalecer la cohesión social y redistribuir beneficios de forma justa.
Este desplazamiento conceptual tiene profundas implicaciones: exige pasar del turismo como industria al turismo como práctica relacional y regenerativa, lo que implica repensar la planificación territorial desde criterios de justicia ambiental, participación ciudadana y resiliencia ecosistémica.
Justicia ambiental y cohesión social: la regeneración como reparación
El análisis de los estudios latinoamericanos permite observar que el turismo regenerativo puede desempeñar un papel clave en los procesos de justicia ambiental y restauración de la equidad territorial. Las comunidades rurales postextractivas no solo han sufrido degradación ecológica, sino también desestructuración social y pérdida de sentido identitario. En este contexto, la regeneración no puede reducirse a la restauración biofísica de los ecosistemas; debe integrar dimensiones éticas, culturales y políticas que restituyan la dignidad y la autodeterminación comunitaria (Schlosberg, 2013).
La literatura muestra ejemplos en los que el turismo regenerativo ha permitido recuperar la memoria histórica de territorios devastados —como las minas de oro de Madre de Dios (Perú) o los pozos petroleros abandonados en la Amazonía ecuatoriana— mediante la creación de rutas culturales, proyectos de educación ambiental y cooperativas de turismo comunitario. Estas iniciativas transforman los paisajes de explotación en espacios de memoria y esperanza, articulando justicia ambiental con cohesión social.
No obstante, la revisión también identifica riesgos: la regeneración puede ser cooptada por actores externos (empresas o instituciones) que la utilizan como herramienta de "lavado verde" o de legitimación de intereses extractivos. Por ello, la autonomía comunitaria y la gobernanza inclusiva se vuelven condiciones imprescindibles para garantizar que la regeneración sea genuinamente emancipadora y no una nueva forma de dependencia.
Paisaje, memoria y política: hacia un marco interpretativo de la regeneración socioecológica
La relación entre paisaje y regeneración emerge como eje articulador de los hallazgos. En las experiencias revisadas, el paisaje no es un mero soporte físico, sino una construcción simbólica e histórica, portadora de memorias, conflictos y aspiraciones. Esta perspectiva coincide con la ecología del paisaje cultural (Antrop, 2005), que concibe el territorio como texto vivo donde se inscriben los procesos sociales y ecológicos.
En los contextos postextractivos, la regeneración del paisaje implica reescribir esa historia: resignificar lugares marcados por el extractivismo y transformarlos en escenarios de aprendizaje y reconciliación. El turismo, entendido como práctica regenerativa, puede contribuir a esa resignificación al fomentar la co-producción de conocimiento entre actores locales, científicos, gestores y visitantes. De este modo, el paisaje regenerado se convierte en un espacio pedagógico y político, donde se ensayan nuevas formas de habitar y de gobernar el territorio.
Desde una perspectiva crítica, la regeneración socioecológica no puede desvincularse de la planificación territorial multiescalar. La articulación entre políticas locales, marcos nacionales y cooperación internacional es esencial para consolidar proyectos sostenibles y evitar la fragmentación institucional observada en la mayoría de los casos estudiados. La integración del turismo regenerativo en los instrumentos de ordenamiento territorial —planes de desarrollo rural, estrategias de conservación, políticas climáticas— es una tarea pendiente que podría amplificar su impacto en la cohesión social y la restauración ecológica.
Conclusiones
El análisis realizado permite afirmar que el turismo regenerativo constituye una alternativa emergente con alto potencial para contribuir a la reconstrucción de paisajes degradados y al fortalecimiento de la cohesión social en comunidades rurales postextractivas de América Latina. A diferencia de los enfoques tradicionales de sostenibilidad, centrados en la reducción de impactos o en la compensación ambiental, el paradigma regenerativo propone reintegrar los procesos ecológicos, culturales y económicos en una lógica de reciprocidad y corresponsabilidad. Ello implica pasar de una visión utilitarista del territorio a una comprensión relacional del paisaje como sistema vivo, en el que la regeneración se convierte en un proceso de sanación ecológica y social.
Los resultados de la revisión narrativa evidencian que los proyectos turísticos regenerativos en América Latina tienden a surgir en territorios históricamente afectados por la minería, la deforestación o la expansión agrícola intensiva. En estos contextos, la regeneración adquiere un carácter socioecológico y simbólico, al buscar simultáneamente restaurar ecosistemas y reconstruir la identidad comunitaria. Experiencias documentadas en Chile, Perú, México y Colombia muestran que el turismo regenerativo puede actuar como catalizador de nuevos paisajes de convivencia, donde la memoria, la justicia ambiental y la resiliencia se entrelazan.
No obstante, el desarrollo de estos modelos enfrenta desafíos significativos. El primero es la falta de políticas públicas coherentes que articulen turismo, restauración ecológica y desarrollo rural. La mayoría de las estrategias institucionales continúan operando bajo una lógica extractivista y sectorial, lo que dificulta la consolidación de un enfoque verdaderamente regenerativo. En segundo lugar, se constata la ausencia de indicadores de impacto regenerativo, tanto ecológicos como sociales, que permitan medir los avances hacia la regeneración integral del paisaje. Finalmente, persisten brechas epistemológicas relacionadas con la comprensión reduccionista del turismo como actividad económica, en lugar de proceso cultural y ecológico de transformación territorial.
Para superar estos obstáculos, resulta imprescindible avanzar hacia un nuevo marco de planificación territorial regenerativa, basado en tres principios interdependientes:
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Paisaje como sistema de coevolución, que reconozca la interacción dinámica entre procesos ecológicos, culturales y económicos;
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Gobernanza colaborativa y equitativa, que redistribuya el poder y fomente la participación activa de comunidades locales, instituciones y academia;
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Educación regenerativa y aprendizaje territorial, orientada a fortalecer las capacidades locales para la gestión adaptativa y la innovación socioecológica.
Desde una perspectiva de política pública, el turismo regenerativo ofrece una oportunidad estratégica para la transición postextractiva de América Latina. Su integración en programas de restauración ambiental, desarrollo rural y economía circular podría contribuir a redefinir las bases del bienestar territorial, articulando conservación, identidad cultural y justicia social. Sin embargo, ello requiere una transformación institucional profunda, que promueva la coherencia entre escalas de gobernanza, incentive modelos de negocio solidarios y reconozca la diversidad biocultural de los territorios.
En el ámbito académico, las futuras líneas de investigación deberían orientarse a:
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Desarrollar marcos de evaluación integrados que combinen métricas ecológicas, sociales y culturales del impacto regenerativo;
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Analizar longitudinalmente los procesos de transición desde economías extractivas hacia economías regenerativas, identificando factores de éxito y resistencia;
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Explorar los vínculos entre estética del paisaje y regeneración, como motor simbólico para fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia;
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Profundizar en los enfoques de justicia territorial, para garantizar que los beneficios del turismo regenerativo se distribuyan de manera equitativa y no reproduzcan desigualdades históricas.
En síntesis, el turismo regenerativo no debe entenderse como una nueva categoría dentro del mercado turístico, sino como un movimiento transformador que reconfigura las relaciones entre seres humanos y territorio. Su potencial radica en su capacidad para reconciliar la restauración ecológica con la reconstrucción social, convirtiendo los paisajes postextractivos en territorios de esperanza, aprendizaje y regeneración colectiva. América Latina, con su riqueza biocultural y su trayectoria de resistencia comunitaria, ofrece un laboratorio privilegiado para avanzar en esta transición hacia modelos de desarrollo verdaderamente regenerativos y justos.
Extracto de articulo presentado a la revista Journal of Sustainable Tourism